¡BUENOS DÍAS FAMILIAS!
“El que de la ira se deja vencer, se expone a perder” Anónimo.
Ahora que habéis leído la cita, os podéis hacer una idea de qué vamos a hablar, ¿verdad? Y es que en esta situación nueva que estamos viviendo es
normal que nuestras emociones estén “a flor de piel”. Y es posible que
una de las que nos visite con mucha frecuencia sea el enfado y la rabia o
ira; emociones que en los niños se manifiestan en forma de rabietas.
Pero ¿qué es exactamente la ira o rabia?
Podríamos
decir que es el resultado de una frustración. La ira o rabia es una
emoción que nos generan malestar y surge cuando ocurre algo a nuestro
alrededor que nos enfada y no somos capaces de gestionar de una manera
adecuada. Pero como emoción que es, tiene una función. Cuando aparece la
ira, nuestro cuerpo nos está avisando que hay algo que nos molesta y
que tenemos que solucionarlo. Y estos días… ¡anda que no hay cosas que
nos enfadan! No podemos ir al parque, ver a la gente que queremos, no
nos dejan ver la tele todo lo que nos gustaría, los papás tienen que
hacer otra cosa y no me hacen caso, hay un puzzle que no me sale, etc…
Por ello no
es prudente anular la rabia o la ira, es decir, no conseguiremos nada
si cuando nos viene este sentimiento nos limitamos a enfocar nuestra
atención en otra cosa. Lo prudente será reconocer la ira y luego poder
controlarla o manejarla. Es decir, tenemos que ofrecer a los niños las
herramientas que les permitan expresar la ira de una forma adecuada sin
tener que recurrir a gritos, violencia o pataletas.
Pero, ¿cómo podemos conseguir esto?
Lo primero que tenemos que hacer es PARTIR DE QUE ES ALGO NORMAL,
y como algo normal que es, es imposible evitar que los niños se enfaden
al igual que es imposible que nosotros no sintamos enfado en un momento
determinado. Tenemos que hacerles ver que entendemos su enfado y que a nosotros nos pasa lo mismo. Ejemplo: (entiendo
que te encuentres así. A mí, cuando era pequeño y no conseguía hacer
los puzzles me pasaba algo parecido. De hecho, ahora también me pasa
algunas veces ¿sabes? "el otro día, cuando estaba haciendo el
bizcocho, me confundí con los ingredientes y no me salió. Eso me hizo
sentir mal y me enfadó, pero si hubiese tirado todo por el suelo, no me
hubiese encontrado mejor y además, hubiese tenido que limpiar toda la
cocina. Lo que hice fue parar, respirar despacito y ponerme a hacer otra
cosa. Al día siguiente me salió un bizcocho delicioso")
Una vez que
hemos normalizado la situación, se trata de ayudar al niño a descubrir
qué es lo que ha originado el enfado, que nos lo cuente, y ayudarle a
reconocer QUÉ ES LO QUE HA NOTADO EN SU CUERPO cuando le ha invadido esa emoción. Podemos ayudarle dándole pistas: ¿notas
que te duele el dedo del pie? o notas como un nudo en la garganta que
parece que te ahoga, o quizá como un fuego que empieza a arder entre el
ombligo y las costillas…
Con esto,
estamos tratando de que el niño conozca qué es lo que pasa en su cuerpo
cuando empieza a aflorar la emoción y que pueda poner remedio antes de
que esta esté fuera de control.
Estas dos
primeras pautas no deben llevarse a cabo cuando el niño está en pleno
ataque de ira. En este momento es difícil negociar o hablar con él, pero
cuando la rabieta ha pasado, ese sí es el
momento de charlar sobre lo que ocurrió, aquello que desencadenó un
comportamiento que le hizo daño a él y a los demás; y de la necesidad de
buscar la forma de que aparezca los menos posible.
Y por último, lo que nos queda es dar herramientas a los peques para que consigan PASAR DEL ENFADO (en el mejor de los casos) O LA IRA (si se le ha ido de las manos); emociones que le producen malestar, a OTRA EMOCIÓN QUE LE LLEVE A LA CALMA.
Son varias las herramientas que nos van a permitir este paso de una
emoción a otra. A cada niño le puede venir bien una. Nosotras os vamos a
dar alguna pista, pero os invitamos a que cada uno busque sus trucos,
vosotros sois los que mejor conocéis a vuestros hijos y vais a saber
mejor que nadie qué es lo que mejor le va a venir:
- Respirar lentamente cogiendo el aire por la nariz (como si estuviésemos oliendo una flor) y sacándolo por la boca despacito (como si estuviésemos apagando una vela). Hacer esto varias veces hasta que estemos más tranquilos.
- Descargar la energía en una pelota (tipo antiestrés).
- Tumbarse en el suelo con un barquito de papel en la tripa y respirar profundamente notando cómo navega gracias a nuestras respiraciones.
- Es posible que algunos niños necesiten estar solos buscando un rinconcito que les ayude a bajar a la calma, etc.
Pero familias, lo más, lo más, lo más importante de todo es sin duda: MANTENER LA CALMA. Los
padres tenemos que dar ejemplo ante una reacción de ira en el niño y
evitar gritarle o zarandearle. Para que el pequeño aprenda a manejar la
ira, ha de ver cómo nosotros lo logramos, incluso en momentos en los que
es fácil perder la paciencia. De hecho, ante un ataque de ira en el
niño, es posible que si nuestra respuesta es agresiva, el enfado en el
niño aumente aún más. Si es necesario, es preferible que te retires
hasta que recuperes el control.
Os animamos
de todo corazón a que pongáis esto en práctica. Sabemos que no es
fácil, pero de verdad que merece la pena. Todo lo que os hemos contado
lo vais a poder ver de una forma mucho más bonita a través de un
maravilloso cuento: "TENGO UN VOLCÁN".
Muchas gracias profes. Información super útil y un cuento muy acertado. Me ha encantado!
ResponderEliminarSOY DIEGO MALLOR. ME HA GUSTADO MUCHO EL CUENTO.
ResponderEliminarPues sí que nos viene muy bien esta información!! Gracias profes!
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